jueves, 2 de octubre de 2014

EL ASESINO ORDENADO


       Keiler asesina mujeres los días pares y hombres los días impares. Podrá argüirse que es un asesino, qué duda cabe, pero lo que está claro es que es un asesino ordenado. Todas las mañanas, fiel a su objetivo, Keiler escoge arbitrariamente a su víctima diaria y hace todo lo posible por llevar a cabo sus planes –defenestraciones, fusilamientos, decapitaciones, envenenamientos, etc– según su estado de ánimo. Hoy le toca el turno al estrangulamiento femenino, y el cuello de Lapucia le transmite buenas vibraciones. La espera en la puerta del gimnasio que ambos frecuentan y, con la excusa de invitarla a tomar un café –apenas se conocen– la conduce a una zona suburbial lo suficientemente apartada y tranquila. Cuando considera que sus manos están listas para estrangular a la pobre Lapucia, que camina indefensa a su lado, Keiler asiste estupefacto a la maniobra de su acompañante: sin mediar palabra, Lapucia se abalanza sobre él, le inmoviliza, y acto seguido rodea su cuello con una cadena metálica hasta cortarle la respiración. Keiler, agonizante, ya sólo dispone del tiempo necesario para atar cabos: Lapucia es, más que probablemente, ese monstruo del que hablan últimamente los periódicos, esa psicópata sin escrúpulos que, a causa de alguna absurda desviación, se dedica a asesinar hombres los días pares.