lunes, 26 de mayo de 2014

AGUJEROS


     Plauszeer tiene un agujero en el bolsillo. Aclararemos, antes de nada, que no es que tenga agujereado el bolsillo de su trenca, sino que guarda un agujero –del tamaño de un pulgar muy gordo– en su bolsillo. En ese agujero, a su vez, Plauszeer introduce aquellos objetos cotidianos que le resultan ya inservibles, pues éstos desaparecen sin complicaciones y no se los vuelve a ver por ningún sitio. Bastante útil el agujero. Hasta aquí todo bien y Plauszeer contento. 
       Un jueves Plauszeer se pone la trenca, mete su mano en el bolsillo y adivina, junto al agujero que guarda, un nuevo agujero: esta vez un descosido natural. Trata entonces de calmarse, pero pasados cinco minutos –nuevamente la mano en el bolsillo– Plauszeer se rinde a la evidencia: los dos agujeros son idénticos e indiscernibles, tanto en forma como en tamaño. La situación es turbadora: Tenemos un gran agujero (el propio bolsillo) que contiene a su vez dos agujeros (uno de ellos inofensivo, el otro peligroso y fatal). Hasta aquí todo regular y Plauszeer meditabundo.
       Han pasado varios días y Plauszeer tiene que tomar una decisión, sobre todo porque se le ha acumulado cierta cantidad de objetos cotidianos inservibles y no sabe por qué agujero tirarlos. De repente alumbra una gran idea: si junto los dos agujeros, razona, el agujero auténtico –en virtud de su naturaleza– engullirá al descosido natural. ¡Eureka!, exclama el propietario de los agujeros en un espasmo de gloriosa dicha. Hasta aquí todo magnífico y Plauszeer optimista.
     Cuando Plauszeer pone en contacto los dos agujeros dentro del bolsillo, como cabía esperar, el descosido natural es absorbido por el agujero auténtico. Pero claro, el descosido pertenece al bolsillo, el bolsillo a la trenca, la trenca al torso de Plauszeer, el torso de Plauszeer a la totalidad de su cuerpo, y la totalidad de su cuerpo al agujero auténtico –que ahora ya no nos parece útil ni muchísimo menos–. 
       Hasta aquí todo perdido y Plauszeer ni se sabe.