lunes, 13 de enero de 2014

HORAS QUE NO EXISTEN


       Hombre B se despide de Hombre A habiendo dispuesto una nueva cita que habría de tener lugar la semana siguiente, en el mismo lugar, “entre las siete y las siete y media de la tarde”.
    Hombre A –hombre culto– sabe perfectamente que la hora convenida no existe realmente e intuye que esto puede constituir una fuente de problemas. Al cabo de una semana, y según lo acordado, determina que las siete y cuarto (el punto temporal intermedio entre ambos extremos horarios) es seguramente la hora más propicia para personarse en el café Conquistador sin faltar a su palabra. Cuando llega decide esperar a Hombre B en el interior del local y pide un café cortado con hielo. En el momento de ser servido, Hombre A pregunta al camarero si conoce a un tal Hombre B y si ese hombre ha pasado por allí, no vaya a ser que se haya cansado de esperar y se haya ido. El camarero mira asustado a Hombre A y le clava la pregunta traicionera: “¿A qué hora ha quedado usted?” “Entre las siete y las siete y media”, contesta Hombre A. Nuestro camarero se aleja aterrado porque acaba de conocer a un hombre que se ha perdido en el tiempo. Persuadido de la gravedad de su situación, Hombre A se encierra en el aseo de caballeros y se quita la vida. Hombre B correrá con los gastos del entierro de su amigo. Podría haberle ocurrido a él.